viernes, 9 de junio de 2017

Segunda Parte: La aridez en la oración


Pues...


Aquí es donde está la falsa concepción de la oración.


Que se cree que al orar se van a cambiar nuestras circunstancias.


Nuestra manera subjetiva de ver las cosas.


Justamente. Ahí está lo fascinante.


En que cambia nuestra manera de ver subjetivamente cada circunstancia, y con ello, recobra el sentido objetivo de nuestra vida.


Lo objetivo de cada circunstancia está en que no se puede perder el sentido de continuidad de la historia, a pesar de cualquier circunstancia por muy adversa que sea.


En que a veces, pareciera que la circunstancia nos envuelve y nos supera. Hasta se nos olvida que todo pasará, que será pasajero. Y, que el sentido auténtico está, precisamente, en la continuidad.


Que mañana vuelve a salir el sol, como se dice.


Que después de la tempestad viene la calma, como se dice, igualmente.


Lo es. Definitivamente.


Pues...

¿O, sea, que futuro, no es otra cosa que ver la vida con objetividad?

No hay otra (véase preguntas y respuestas 237-249, primera parte).


Ni, más; ni, menos.


Ni, más; ni, menos.


Imposible que cambie. No es ese el objetivo de la oración.

¿O, sea, que el sentido de la historia, tal como se está viendo aquí, no es otra cosa que Dios?

Pues...


No es otra cosa, que puro futuro histórico.


La clave del misterio.

¿O, sea, que futuro es misterio?

Sin la menor duda, pero con sentido de historia.


Ni, más; ni, menos.


En ningún otro lugar.


En cierta manera.


Dios es el sentido de la historia. Y esto no es nada más que pura teología.


Ni, más; ni, menos (véase preguntas y respuestas 183-185, primera parte).


Lo es.


No otra realidad y verdad y experiencia.

¿Entonces, la división interior no es otra cosa que la falsa concepción del sentido de la historia?

Por supuesto.


Por supuesto.


Precisamente.


Que Dios nos dará el confirmar, más bien, nuestra historia y su auténtico sentido.


La cruz (en el sentido estrictamente teológico y de la Revelación de las mismas Sagradas Escrituras de las que Jesús de Nazareth, es la clave de interpretación).


Ni, más; ni, menos.


No lo es, sí no se tiene claro todo lo que venimos señalando y descubriendo.


Vienen los problemas.


En que sentimos que Dios nos abandona.


Se da con mucha frecuencia.


La aridez de la oración.


Desde nuestra manera de ver aquí, no debería haber aridez. Todo lo contrario.


Tiene que sucederse la experiencia del Todo y la Nada.


La experiencia de la pasión, muerte y resurrección.


Se seguirá en lo mismo.

¿Entonces, lo de la sanación interior, no es otra cosa que el volver al sentido auténtico de la historia?

Pues...


Es la experiencia del volver a la realidad histórica de todos los días.


Sin duda.


No tenemos alternativa.


Se oye.


Sin la menor duda.


En parte; sí.


De manera portentosa como muchos dicen; no.


Sin duda.


Se da naturalmente. Y tiene que darse, si se experimenta la maravillosa experiencia de la oración.


De eso se trata la experiencia de la oración.


No se puede estar en sintonía de oración, sin experimentar la sanación.


En que nos quitaría la división en la que vivimos, muchas veces.


De nosotros mismos para con nosotros mismos.


En que estamos hechos para vivir una unidad psicológica existencial.


Ese es el problema.


Orar, primero. Pero, como lo estamos presentando aquí.


Tal vez este libro pueda que le ayude.


Seguir orando. Pero con la experiencia del Todo y la Nada, al mismo tiempo.


Seguir en esa tónica.


En que nos vemos como antagónicos.


Imposible.


Precisamente.

Precisamente.


El día en que estos dos mundos mentales se den la mano, en la misma persona, como proceso de enriquecimiento, estará sucediendo el proceso de la unidad.


Negarlo, sería cerrarnos al misterio del fenómeno humano.


Ni, más; ni, menos.


Que es un misterio.


Que no se explica por sí mismo sino desde Dios.


En sí mismo.


En el hombre se encuentra la respuesta de Dios. Y Dios es la respuesta sobre el hombre. Ni, más; ni, menos.


Con sentido de historia. Ya que la historia es la confirmación del misterio de Dios y del hombre, al mismo tiempo.


Pues... esa sería su tarea en el mundo.


Pues...


Pues...


Pues...


No, precisamente.


Es el intento de las religiones cristianas de unir criterios de fe y buscar la unidad.


Si.


No.



Pues...

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