Es la experiencia de
relación íntima y profunda de comunicación con el todo y la nada, con la existencia.
No.
Es seguir un formulario predeterminado en el que se
pretende vivenciar la experiencia del todo y la nada, buscando la relación de comunicación con lo profundo del sentido de
la existencia.
Sí.
Le da seguridad personal y
le da sensación de haber cumplido con un ritual predeterminado.
Sí.
No.
Rezar ayuda a la persona a
seguir un formulario predeterminado en la búsqueda
consciente de la experiencia de la oración.
Sí.
El rezar es una fórmula que
ayuda a realizar la experiencia de la oración. Mas, el rezar no significa hacer oración.
Si.
¿Si rezar es seguir una fórmula, significa que la experiencia del
rezar, es la metodología específica de cada una de las religiones?
Sí
Sí.
Por supuesto.
Dijimos en la primera parte que uno de los peligros de las religiones
es la de encasillar la experiencia de Dios... ¿Entonces, rezar, puede, también
ser una experiencia limitante y de encasillamiento? (véase preguntas y respuesta 15 y siguientes, de la primera parte).
Ese es el peligro y la
tentación.
¿Luego, el rezar puede ser una experiencia relativa, es decir, no universal
profunda de la experiencia humana? (véase pregunta 14, de la primera parte).
Ahí, es donde está la
especificidad y la diferencia.
Hay que tener muy clara las
diferencias entre orar y rezar para explicar la experiencia de
la relación en el misterio de la comunicación entre el
Creador y la Criatura.
Por supuesto.
El rezar es una fórmula
preestablecida por las religiones para facilitar
la experiencia de la oración. Rezar es útil, sin duda.
Sin duda.
¿Pero, si rezar no es igual que orar, entonces, qué función presta el
hecho de seguir una fórmula, al rezar?
La fórmula que se sigue en
el rezar es la manera segura de saber que se está en la manera apropiada, por
lo menos, la adecuada para hacer la experiencia de la oración.
¿O, sea, que el rezar y el rezo sería como una especie de norma segura
y sana para garantizar la experiencia de la oración?
Por supuesto. Pero, no es la
garantía.
Se puede seguir el
formulario ya preestablecido por la
experiencia de las religiones, y, así, según cada una en particular; pero, el
hecho de ceñirse a la fórmula, no es garantía de haber orado.
El rezar sería seguir un
ritual y un formulario; y, orar, no requiere ni exige una fórmula, aunque sí una práctica y
un ejercicio de la voluntad del que hace o quiere hacer esa experiencia.
Precisamente, ahí, está el
meollo de la cuestión.
El rezar busca utilizar una
fórmula y ceñirse a ella para asegurarse que se está utilizando un mecanismo
psicológico apropiado. Y puede hacerse involuntariamente. Simplemente se sigue
la fórmula. Nada más. Mientras que el orar, es tratar, de hacer con conciencia, aún la fórmula del rezo, y es experimentar la maravillosa vivencia de
la comunicación con el todo y la nada.
Ahora, bien: ¿Si orar y su experiencia es la vivencia de la
comunicación con el todo y la nada; no, es, entonces, más peligroso la experiencia de la oración que la del rezar?
Aquí es donde está lo
interesante.
¿O, sea, que orar puede ser la experiencia de la soledad y del vacío;
es decir, no es eso lo que quiere decir la experiencia del todo y la nada, al mismo tiempo?
Precisamente. De eso se
trata la experiencia auténtica de la oración.
Quiere decir que se ha
entrado en la auténtica dimensión de la experiencia de la oración.
Puede serlo, si no se
encuentra la asesoría adecuada y justa. Pero, no lo es, sí existe una verdadera
comprensión de la complejidad del ser humano, en clave de misterio.
¿No sería terrible para el ser humano el experimentar esas dos
vivencias simultáneamente, el todo y la nada?
No.
Las dos, simultáneamente.
No, necesariamente.
¿Pero, la ambivalencia, según los psicólogos no es una experiencia de incertidumbre mental que
perturban al ser humano y puede llegar a los extremos de la neurosis y de
debilidad mental?
En este caso, de la oración,
no se está hablando de ambivalencia, sino de experiencia existencial profunda.
¿Y, eso, no es lo mismo que experimenta un perturbado mental o
esquizofrénico, para ser más precisos y exactos?
No.
El todo y la nada, y su experiencia, es el resultado profundo del que está en plena
experiencia de encuentro y de hallazgo.
Precisamente. Ahí está lo
maravilloso de la profundidad de la oración.
¿Entonces, la auténtica experiencia de oración, con sus implicaciones profundas, llevan al que la experimente a una
eterna inseguridad?
Si, por inseguridad se
entiende a que tiene que estar buscando; sí.
¿O, sea, que el que ora en profundidad y en conexión con el todo y la nada, no tiene nada a qué atenerse y fundamentarse?
Precisamente, porque la
oración profunda y su experiencia es una
constante apertura existencial.
Justamente.
No, necesariamente.
No.
¿Cuál sería la clave de esa experiencia del todo y la
nada en la oración, y, por
consiguiente, en la vida?
Se trata de una experiencia.
Por supuesto. Por eso
estamos tratando de hacer este estudio, que nos va a ser de mucha utilidad.
Aún, así.
No se ve por qué tenga que
serlo.
No hay de qué temer, si nos
colocamos en experiencia de apertura existencial.
¿Pero, experimentar el todo y la nada, al mismo tiempo, no puede ser riesgoso aventurar por esos caminos tan delicados?
Si queremos tener una
auténtica experiencia de oración, hay que andar esos caminos. No hay alternativa.
Sería fascinante.
Se trata de la libertad de
los Hijos de Dios. No se está obligando a nadie.
Tampoco tiene que serlo.
Lo es, sin duda.
¿No cree que es mejor que nos quedemos simplemente con la experiencia
del rezar, total, es más seguro y menos peligroso?
Se trata de libertades.
Pero, también de enriquecernos en la experiencia del crecimiento personal.
Sin la menor duda.
La ambivalencia es la experiencia de dos mundos
psicológicos de experiencia de sentimientos antagónicos.
Se trata de sentir dos
sentimientos antagónicos.
Sentir odio y amor, al mismo tiempo. Y ocultar aparentemente el sentimiento negativo en oposición existencial.
En que nos produciría
división interior.
En que más temprano que
tarde el sentimiento negativo nos invade y seríamos presa
total de él.
Al contrario.
No.
La ambivalencia nos enfermaría; sin duda. Pero,
la oración, nos retroalimentaría y nos fortalecería.
Por supuesto.
¿O, sea, que la oración nos llevaría, precisamente, a superar la
posibilidad de la ambivalencia psicológica?
Sin duda.
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