viernes, 9 de junio de 2017

Segunda Parte: la importancia de la oración


Precisamente.


Podría ayudarnos si es como método para acercarnos a la experiencia de la oración.


En el encasillarnos solamente a lo ritualístico del rezo y de la fórmula creada como método y soporte para dar el paso siguiente que es la oración.


Definitivamente.


Entonces, el rezar sería una especie de moralismo. Por consiguiente, el infringir cualquier paso del rezo nos llevaría a falsos escrúpulos, y sería lastimoso para nuestras experiencias vitales.


Sin duda.


Sí.


Cuando al rezo y a su fórmula lo convertimos en una especie de camisa de fuerza al que hay que someterse, generando con ello una esclavitud al ritual del rezo y a su fórmula.


Por supuesto.


Tratar de comprender las diferencias entre rezar y orar.

¿O, sea, que la experiencia del rezar si no hace la conexión con la experiencia de la oración es una experiencia empobrecedora?

No solamente.


El rezar es bueno, porque nos da la garantía de utilizar el método apropiado y aprobado para facilitar la experiencia de la oración. Pero, no es su certeza. Ayuda como método. Pero, siempre y cuando no nos ate y esclavice.


Sin duda.


Precisamente.


El rezar es una fórmula creada por las distintas religiones. Y es válido que así sea. Pero, no es la garantía de estar en oración. Fue una experiencia de oración cuando se diseñó cada uno de los rezos y se originaron para facilitar esa experiencia.


En que se le da más importancia a la fórmula como tal que a la experiencia originaria que la plasmó y diseñó.


Tampoco es para exagerar.


En que se puede ver como la única fórmula válida y posible.


Puede serlo.


Pues...


Ese es el problema.


De eso se trata todo lo que estamos intentando desarrollar en este libro.


Precisamente.


Parece un juego de palabras... pero es lo que se está buscando.


No se está diciendo eso.


Se está diciendo que el rezo obedece a una fórmula segura de acuerdo con la experiencia religiosa de la oración. Es útil. Y hay que utilizarlo como método. Pero, no debe crearnos conflictos el no usarlo.


Por supuesto.


Precisamente.


Por supuesto.


No se ve por qué tenga que serlo.


Pues...

¿O, sea, que en su aparente rebeldía muchos de estos canta-autores, están haciendo la experiencia del no rezo, y, sí la experiencia de la oración?

Puede ser...


Lo es.


Hé ahí lo delicado del tema.


Por supuesto.


Puede ser...

¿No sería ambivalencia, en el caso del ejemplo utilizado, del que rezó antes de irse a Vietnam a bombardear a los niños del Vietnam, para utilizar la letra de la canción de protesta?

Precisamente.


Hay dos sentimientos juntos y simultáneos: amor y odio. Y en la experiencia de la oración, esa división si se da, se supera, como consecuencia de la experiencia profunda de apertura y de comprensión.


Pues...


No se puede. Se contraponen. Son antagónicos.


No debería, pero...


Que se contradicen. Que uno niega al otro, y al negarlo lo confirma.


Como se trata de dos sentimientos contradictorios, el más fuerte vence.


Por supuesto.


Se trata de un doble sentimiento: se reza porque al que se odia le vaya bien; pero, en el fondo, se pide que le vaya mal. Vence el sentimiento negativo, subliminalmente.


De eso se trata la rica y maravillosa experiencia de la oración.


Que esa experiencia del todo y la nada nos transforma interiormente y nos resucita y transforma en personas nuevas.


Tiene que ver todo. Esa es la clave de la experiencia de la oración.


No.


Sí.


Si. Se necesitan. Y es distinto a antagónicos.


Si la oración no experimenta la realidad de la resurrección no es auténtica oración.


Son muchas cosas, al mismo tiempo.


Primero: el que ora es el primer beneficiado de la oración.


El que ora experimenta un cambio interior.


Precisamente, ese es el punto álgido de lo que es la oración.


Pues, que se experimenta el todo y la nada, al mismo tiempo.

Ya que se metió con lo de la resurrección... ¿Entonces, este es el tema de las religiones o de la oración?

De ambas. Especialmente de la oración.


Ahí, está lo delicado del tema.


En que las religiones han desvirtuado, en cierta manera, el tema de la resurrección y la han colocado más allá de la existencia histórica.


El tema de la resurrección es un tema netamente histórico.


Ese es el problema.


La esperanza de los que tienen fe, en especial, de los cristianos es que existe la resurrección. En eso consiste la fe. Pero la resurrección es histórica.


No es escándalo.

¿Cómo, que, no? ¿Entonces, la muerte y el misterio y la convicción de la resurrección, dónde quedan?

En su justo lugar. No se desvirtúa. Al contrario.


El problema de la resurrección es un misterio.


Debe quedar en la penumbra del misterio.


Se sabe pero en experiencia de fe.


Pues...



Sin la menor duda.

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