Es la experiencia de finitud
del hombre como misterio y pregunta que busca respuesta.
Lo que lo lleva a buscar explicaciones frente a los misterios del misterio de su existencia.
Aquí es donde está lo
delicado, precisamente. Porque se presenta para posiciones encontradas: unos,
que sí; y, otros, que no.
¿O, sea, que los dicen que sí, sería los que tienen fe; y, los que
dicen que no, serían los que no tienen fe?
Ahí está la diferencia.
No, precisamente. Es una
respuesta válida y necesaria.
Estamos en un tema muy
delicado. Si se dice que sí, se nos abre un mundo complicado de posibilidades
existencialistas que tienen que buscar respuesta al fenómeno religioso. Lo que
nos llevaría a hacer teología de las religiones, y más,
precisamente, a hacer psicología profunda, en donde entra el tema del
inconsciente. Si decimos que no, se nos cierra toda posibilidad de preguntas y
respuestas en nuestro afán de búsqueda, porque se cierra toda pregunta. Habría
que enmudecer.
Así, no se vale: ¿A estas alturas va a evadir la respuesta ante esa
pregunta tan básica, elemental y necesaria?
Entonces, digamos que sí, y,
que no, al mismo tiempo, y “que “Dios” nos agarre confesados”, como se dice.
No tanto como miedo. Sino
que se visualiza que el tema es muy, pero muy, delicado. Ya que nos
adentraremos en cuestiones racionales y/o científicas, demostrables, y en
cuestiones no demostrables sino desde la perspectiva de la fe. Y en este punto
se pueden herir muchas sensibilidades y creencias.
Pues; sí.
Y, “que Dios nos agarre
confesados”. Y, muy bien confesados, porsia...
Entonces, “a lo que vamos, que
para luego es tarde”, como dice el refrán: Se decía, pues, que cabía la posibilidad que
lo del fenómeno religioso es
una posibilidad de auto-engaño, ¿sí, o, no?
Sí.
A la posibilidad.
Porque dijimos que sí y
que no al mismo tiempo. Y esa respuesta nos coloca en la tarea obligada de estudiar, de leer,
de buscar, de relacionar, de filosofar y también de teologizar.
Pero, con calma que el
asunto es serio, y, mucho. Y de estar en apertura, lo que significa que en oración.
Porque la pregunta tiene una
gran índole de espiritualidad y porque la espiritualidad requiere una gran
carga de intelectualidad. Van unidas (véase la pregunta 58).
Está bien, pues: admitámoslo. Pero, volvamos a lo de la posibilidad de
la fe como un auto-engaño: ¿Es posible que el hombre se auto-engañe al inventar
mundos ajenos a sus fronteras?
Es posible.
Como proyección alienante,
sí.
Dejar para “el después”
lo que le corresponde para “el acá” histórico concreto y real.
Cuando el hombre evade su
realidad histórica y lo deja todo en manos de la creencia de la idea de destino
y determinismo (véase preguntas y respuestas 125-216, segunda parte).
Cuando atribuye a fuerzas
externas a las humanas y naturales todo su acontecer histórico.
Sí. O a la idea que se pueda
tener de “Dios”, por supuesto (véase preguntas y respuestas 424-488).
Sí.
¿También se puede tener ideas de “Dios” o sus aproximaciones
circunstanciales o por necesidades especiales y particulares?
Sí.
Sí.
Sobre eso estamos girando,
sin duda.
El hecho y la realidad es el
misterio.
¿O, sea, que ante la idea de no poder encontrar respuestas, acude a la
palabra “misterio” para encerrar en una palabra lo que se le escapa de su comprensión?
El hecho es que se trata de
un misterio. Existen verdades que se superan al hombre.
Es una verdad que no se
puede negar.
A este punto llegamos a un tema más interesante, todavía: ¿Ante ese
hecho innegable, entonces, se inventó la idea de una revelación, justamente, en
“Dios”, también como idea creada por el mismo hombre para inventar las
religiones, aún más, religiones con carácter de exclusividad y escogidas como
las únicas por las que “Dios” se revela y se manifiesta, muy en especial la
judía, y, aún la cristiana?
El tema es muy delicado.
Andémonos con cautela, por favor. Paso a paso. ¿Por qué cree que nos
encomendamos, precisamente “al misterio” al llegar a este punto que estamos tratando? Por lo delicado.
El tema es delicado. No
empuje.
¿O, sea, que sí el hombre se inventó la idea de “Dios” para resolver lo
que no entiende; la fe, entonces, no es otra cosa que un elemento más del
auto-engaño?
Creo que la mejor respuesta
es el silencio. Silencio (véase preguntas y respuestas 242-243, segunda parte).
Sí.
Y ya vera que esa salida va
a ser la respuesta justa y adecuada. Lo comprenderá en el transcurso de esta
aventura.
Tampoco. Sigamos de
atrevidos y sigamos haciendo preguntas, por favor, ya que en la capacidad de la
pregunta, hay una gran necesidad de búsqueda. Tenemos que enmudecer,
ciertamente, pero, no por ello, se nos va a quitar la riqueza de la pregunta
que es la clave de la búsqueda y del encuentro, al mismo tiempo. Además, al preguntar y preguntar, no estamos haciendo ningún daño.
Todo lo contrario, es la clave de la espiritualidad.
Muy oportuna esa respuesta y posición: veremos a dónde nos conduce, a
su debido tiempo y lugar. Ahora bien: ¿entonces, preguntar, en este caso, no es
falta de fe?
Esperemos que no.
¡Ah, no! ¿Está seguro o no lo está? Porque en esa respuesta anterior,
pareciera, que hay mucha inseguridad
Precisamente. Porque se
trata, al mismo tiempo, de dos posturas frente al hecho mismo del misterio: o negar, o afirmar. Y esas dos posibles posturas existenciales y
concretas nos puede llevar a dos maneras de colocarnos al mismo hecho del
misterio.
Se podría generar un
dogmatismo, tanto de un lado como del otro. Tanto del afirmar, como del negar.
Sí.
Generar una escala de
valores y posturas negándose a la posibilidad que se puede presentar en la posición
existencial contraria. Nos llevaría a cerrarnos. Un “no” rotundo y absoluto,
podría ser, también, una especie de dogma.
Una doctrina o postura
cerrada, sin la menor posibilidad de apertura.
Si seguimos y estamos claros
en lo que estamos tratando, en cierta manera, sí. Pero, sólo en lo que estamos
tratando. Ya volveremos sobre el tema de los dogmas en otra oportunidad.
¡Cuidado!, sin embargo. No se está negando la necesidad de los dogmas, sobre
todo, a nivel de la fe. Pero, este tema será cuando será. No ahora.
Está bien. Pero volvamos al tema de “Dios” que es lo que nos interesa,
por ahora: ¿“Dios”, es, entonces, una necesidad explicativa del hecho del
misterio de la existencia humana y su
sentido existencial e histórico?
Si por “Dios” se entiende la
palabra inventada por el hombre para hablar de lo que no entiende y no puede
abarcar racionalmente; sí.
¿O, sea, que la palabra “Dios” hace referencia al misterio mismo del hombre y de la
existencia como tal?
Sin duda.
¿Por qué no inventar otra palabra que haga referencia a esa realidad
que sobrepasa al fenómeno humano desde el punto de vista de la comprensión?
Es indiferente. Total, es la
misma realidad: el misterio.
¿O, sea, que es igual que llamemos a esa realidad no abarcable por el
hombre, como la llamemos, independientemente del nombre que le apliquemos,
total, es el mismo hecho: el misterio?
Sí.
¿Eso explica que en algunas religiones se le llame como se le llame,
aún, en algunas posturas filosóficas, como Naturaleza, primera causa, demiurgo,
el número, el origen, la razón, en fin, tantos nombres, según se puede evidenciar
en el transcurso del pensamiento de la historia del hombre?
Sí. De hecho, de alguna o de
otra manera, están haciendo alusión al mismo hecho.
Desde el punto de vista de
la referencia a la misma realidad; no.
¿Pero, no ha existido hasta guerras para imponer tal o cual nombre
según los intereses particulares circunstanciales?
Para que decir, que no; si,
sí.
Pues...
Ahora bien: permítame en este momento, una pregunta muy personal: ¿Cuál
nombre prefiere que usemos para identificar y precisar la realidad del misterio de la que estamos hablando?
La utilización de la palabra
“número” sería muy interesante porque hace referencia a “infinito”. Además, los
grandes adelantos del hombre se basan en la utilización del número aplicado,
como tal. Pero, para seguir como vamos, mantengámonos en la utilización de la
palabra “Dios”. Total, estamos haciendo referencia a la misma realidad: el
misterio. ¿Está de acuerdo? Y, perdone que invierta los roles, porque se está
haciendo una pregunta.
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