viernes, 9 de junio de 2017

Segunda Parte: la oración es volver a la vida como historia


Por supuesto.


Todo lo contrario.


En que se dejará de querer buscar sentir.


Precisamente.


En cierta manera.

¿Se está o no se está en oración, justo en ese momento?

En el culmen de ella.


Está justo en las fronteras entre el Todo y la Nada.


Entonces ha llegado al Todo.


Es en la vivencia de las experiencias límites donde se llega a la experiencia de la oración.


La soledad, el fracaso, la desesperación, la angustia, la muerte...


Ahí es donde está la clave.


Es en los momentos terriblemente difíciles donde en verdad encontramos el sentido de Dios y su experiencia.


Por supuesto.

¿O, sea, que al buscar el sentido a ese momento particular terrible, concreto y desgarrador, es buscar el sentido real y concreto a una circunstancia perturbadora para la persona que se halla en esa experiencia y situación?

No hay otra.


Por supuesto.

¿Pero, si no nombra a Dios, en la denominación y concepto que se tenga históricamente en una época y lugar específicos, estará en esa sintonía del sentido?

Por supuesto (véase preguntas y respuestas 233-250, primera parte).


Dios es una experiencia de sentido a la vida.


Sin duda (véase preguntas y respuestas 233-239, primera parte).


Sentido de misterio. Y la vida asumida como misterio. Y maravilloso.


No, necesariamente.


Es la conexión existencial con el Todo y la Nada, al mismo tiempo.

¿Pero, cuál es la clave de la oración?

El sentido del misterio.


Ahí está todo. Ni, más; ni, menos.


Que en la oración también se da la experiencia de la pasión, muerte y resurrección.


Es donde más.


Que se trata de una vivencia concreta y real de una experiencia límite de la vida.


En que hay que abandonarse... Dejarlo al misterio...


Entonces, se experimentará.


Se resucitará.


Nos transformará. Nos convertirá en personas nuevas.


Pues...


Abundan.


Jesús de Nazareth.


También el Viernes Santo. Muy en especial el Viernes Santo.


En el Huerto de los Olivos, también con Jesús de Nazareth.

No entiendo... ¿Cómo sucede la experiencia de la oración justo en el Huerto de los Olivos en Jesús de Nazareth?

En el Huertos de los Olivos Jesús de Nazareth está experimentando una experiencia límite de la vida.


Pues, sí.


De manera sublime, también.


Sí.


También y de manera plena y definitiva.


Se da.


Jesús sudaba como gotas de sangre, nos dice el Evangelista.


Pues, que era una experiencia límite para Jesús.


Estaba justo en las fronteras entre el Todo y la Nada.


En el Todo y la Nada estaba en juego la experiencia del misterio.


Ahí está la clave de todo.


Se estaba dando el suspenso del misterio.


El paso grandioso entre el Creador y la Criatura.


Es más, el paso definitivo de la auténtica unión entre el Creador y lo Creado.


Había una experiencia límite por parte de Jesús de Nazareth.


En que prevalece el misterio. Entonces, Jesús de Nazareth, se abandona.


En que al abandonarse, inmediatamente resucita.


Pues, que al pasar por ese momento límite de su vida, se haya en una situación realmente terrible.


Que al abandonarse ha vuelto a situarse en la dimensión del misterio, del sentido, y ha estado en plena y absoluta unidad con el Creador.


Siempre lo había estado. Pero, en ese momento confirma que nunca había dejado de estarlo.


Se abandona al misterio una vez más, como siempre lo había sido en toda su vida, y, ahora, vuelve al juego dialéctico del Todo y la Nada, al mismo tiempo, y se da lo que tiene que darse en todo proceso de oración: la resurrección.


Ahí está lo fascinante.


Que ahí es donde está la clave de la resurrección.


Que desde allí se entiende el pasaje de la Resurrección que era el tema principal en el caso de la resurrección de Lázaro (véase preguntas y respuestas 139-198, segunda parte).


Que la resurrección es una experiencia netamente histórica, de la vida diaria (véase preguntas y respuestas 122-135, segunda parte).


Por supuesto.


Diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»” (Lc. 22, 42).


La cruz.


En que esa era la historia concreta y personal de Jesús de Nazareth.


Su historia.

¿Y, qué tienen que ver la cruz y la historia, justo ahora?

En que es la clave de todo.


En que el que quiera seguir a Jesús tiene que cargar la cruz.

¿O, sea, que tiene que morir en la cruz, como Jesús de Nazareth?

En cierta manera.


Asumir su historia.


Ser fiel a su historia personal.

¿O, sea, que la cruz no es en sentido literal sino figurado, es decir, la vida concreta y diaria?

Ni, más; ni, menos.


En que asumiendo cada uno su historia, padece, muere y resucita, al mismo tiempo.


Para eso existe la oración: para encontrarle sentido a la historia asumida.


No se puede. Ese ha sido el grave error en la historia de la humanidad.


Ni, más; ni, menos.


Definitivamente.


No puede ser de otra manera.


Ahí está el problema.


Que la oración nos tiene que confirmar que es a la vida donde tenemos que volver.


Definitivamente.


Pues...



Pues...

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