Por supuesto.
Todo lo contrario.
En que se dejará de querer
buscar sentir.
¿O, sea, que no hay que sentir es la señal de que se está en dimensión
de auténtica oración y de oración auténtica?
Precisamente.
Esto se complica... ¿Entonces, experimentar la soledad, el abandono, el
desasosiego es la prueba de estar a punto de experimentar el verdadero proceso
de la oración auténtica?
En cierta manera.
En el culmen de ella.
Está justo en las fronteras
entre el Todo y la Nada.
Entonces ha llegado al Todo.
Es en la vivencia de las
experiencias límites donde se llega a la experiencia
de la oración.
La soledad, el fracaso, la
desesperación, la angustia, la muerte...
¿O, sea, que si no está en la vivencia de alguna de las experiencias
límites no se llega a la oración?
Ahí es donde está la clave.
Es en los momentos
terriblemente difíciles donde en verdad encontramos el sentido de Dios y su experiencia.
Por supuesto.
¿O, sea, que al buscar el sentido a ese momento particular
terrible, concreto y desgarrador, es buscar el sentido real y concreto a una
circunstancia perturbadora para la persona que
se halla en esa experiencia y situación?
No hay otra.
Por supuesto.
¿Pero, si no nombra a Dios, en la denominación y concepto que se tenga históricamente en una
época y lugar específicos, estará en esa sintonía del sentido?
Por supuesto (véase
preguntas y respuestas 233-250, primera parte).
Dios es una experiencia de sentido a la vida.
Sin duda (véase preguntas y
respuestas 233-239, primera parte).
Sentido de misterio. Y la vida asumida como misterio. Y maravilloso.
No, necesariamente.
Es la conexión existencial con el Todo y la Nada, al mismo tiempo.
El sentido del misterio.
Ahí está todo. Ni, más; ni,
menos.
Que en la oración también se
da la experiencia de la pasión, muerte y resurrección.
Es donde más.
Que se trata de una vivencia
concreta y real de una experiencia límite de la vida.
En que hay que
abandonarse... Dejarlo al misterio...
Entonces, se experimentará.
Se resucitará.
Nos transformará. Nos
convertirá en personas nuevas.
Pues...
Abundan.
Jesús de Nazareth.
También el Viernes Santo.
Muy en especial el Viernes Santo.
En el Huerto de los Olivos,
también con Jesús de Nazareth.
No entiendo... ¿Cómo sucede la experiencia de la oración justo en el Huerto de los Olivos
en Jesús de Nazareth?
En el Huertos de los Olivos Jesús de Nazareth está
experimentando una experiencia límite de la vida.
Pues, sí.
De manera sublime, también.
Sí.
También y de manera plena y
definitiva.
Se da.
Jesús sudaba como gotas de
sangre, nos dice el Evangelista.
Pues, que era una
experiencia límite para Jesús.
Estaba justo en las
fronteras entre el Todo y la Nada.
En el Todo y la Nada estaba en juego la experiencia
del misterio.
Ahí está la clave de todo.
Pero, no ha dicho nada, todavía... ¿Qué sucedía con Jesús de Nazareth
justo en el Huerto de los Olivos?
Se estaba dando el suspenso
del misterio.
El paso grandioso entre el
Creador y la Criatura.
Es más, el paso definitivo
de la auténtica unión entre el Creador y lo Creado.
Había una experiencia límite por parte de Jesús de Nazareth.
En que prevalece el misterio. Entonces, Jesús de Nazareth, se abandona.
En que al abandonarse,
inmediatamente resucita.
Pues, que al pasar por ese
momento límite de su vida, se haya en una
situación realmente terrible.
Que al abandonarse ha vuelto
a situarse en la dimensión del misterio, del sentido, y ha estado en plena y absoluta unidad con el Creador.
Siempre lo había estado.
Pero, en ese momento confirma que nunca había dejado de estarlo.
Se abandona al misterio una vez más, como siempre lo
había sido en toda su vida, y, ahora, vuelve al juego dialéctico del Todo y la
Nada, al mismo tiempo, y se da lo que tiene que darse en todo proceso de oración: la
resurrección.
¿Pero, no se dice siempre que Jesús de Nazareth resucitó después de
muerto biológicamente, en la cruz?
Ahí está lo fascinante.
Que ahí es donde está la
clave de la resurrección.
Que desde allí se entiende
el pasaje de la
Resurrección que era el tema principal en el caso de la
resurrección de Lázaro (véase preguntas y respuestas 139-198, segunda parte).
Que la resurrección es una experiencia netamente histórica, de la vida
diaria (véase preguntas y respuestas 122-135, segunda parte).
¿O, sea, que Jesús de Nazareth en el Huerto de los Olivos, había
resucitado en el sentido histórico?
Por supuesto.
“Diciendo: «Padre, si quieres, aparta
de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»” (Lc. 22, 42).
La cruz.
En que esa era la historia
concreta y personal de Jesús de Nazareth.
Su historia.
En que es la clave de todo.
En que el que quiera seguir
a Jesús tiene que cargar la cruz.
En cierta manera.
Asumir su historia.
Ser fiel a su historia personal.
Ni, más; ni, menos.
En que asumiendo cada uno su
historia, padece, muere y resucita, al mismo tiempo.
Para eso existe la oración:
para encontrarle sentido a la historia asumida.
No se puede. Ese ha sido el
grave error en la historia de la humanidad.
Ni, más; ni, menos.
Definitivamente.
No puede ser de otra manera.
¿Pero, sucede muchas veces que separamos una cosa de la otra, y, a
veces, sólo queremos hacer oración, o, por lo menos, es lo que se pretende?
Ahí está el problema.
Que la oración nos tiene que
confirmar que es a la vida donde tenemos que volver.
Definitivamente.
Pues...
Pues...
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